jueves, 18 de marzo de 2010

LUDWIG VAN BEETHOVEN COMO SOUVENIR



Ludwig van fue increíble, para todos aquellos que no la habíamos visto completa simplemente fue increíble, así.

En Ludwig van vemos a Beethoven, desde su propia vista, llegando a la estación de tren de Bonn, entrando a una tienda de discos viendo las ediciones de su música, entrando a su casa-museo y pagando su entrada, visitando los cuartos, revisando una bañera llena de bustos de él, entrando a un cuarto plateado, viendo cómo Joseph Beuys se pasea en el patio con un vaciado de su rostro, revisando discos de músicos posteriores a él (entre ellos, un disco de Karl Marx), viendo su imagen en objetos, persiguiendo a músicos en un barco.




Hasta la primera mitad, la película parece estar bajo control, sin embargo, poco a poco todo se vuelve un caos gigantesco: vemos al único descendiente de la familia Beethoven clamando autenticidad por su parecido con los bustos de yeso, vemos una reconstrucción de su cráneo y sus costillas, vemos animales, pero eso es lo de menos: la banda sonora, una versión posesa de Beethoven que oscila entre la carcajada y el miedo, suena –y fuerte- durante toda la película. Quizá el momento más interesante de la película es la mesa redonda en la que se discute si con las conmemoraciones se está haciendo daño a Beethoven, si el mundo le debe algo a Beethoven o viceversa, si es posible apreciar su música aun después de un aniversario como ese.

Con esta sección de teoría (aparentemente trivial pero muy densa) se revisa a fondo el meollo de toda la película: el uso, pertinente o no, de la música en la sociedad. Mientras vemos las escenas de todo tipo, la música de Beethoven suena ridícula, totalmente fuera de lugar, lo que no es distinto de escuchar toda clase de situaciones acompañadas de música para suavizar esos silencios (ya Erik Satie había denunciado la necesidad de una música hecha específicamente para llenar esos huecos). Beethoven llega a Bonn sólo para encontrar que él es la figura turística y comercial más importante de su ciudad natal. Compositor importantísimo, sí, pero en Bonn, Ludwig van Beethoven no era más que un souvenir, en forma de busto de yeso, de cuchara, de broche, de disco, de monumento, de casa-museo, de cualquier cosa. 



fmx-Festival de México

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