viernes, 25 de febrero de 2011

Accordone / Guido Morini, Marco Beasley

por Juan Arturo Brennan                                                                      



Este programa del ensamble Accordone ofrece una continuidad dividida en tres partes, dedicadas respectivamente a la música sacra, la música secular y la música tradicional, e incluye un par de interpolaciones en estilo antiguo creadas por Marco Beasley y Guido Morini, miembros del grupo.






Compositor y cantante (con tesitura de tenor) Giulio Caccini (1551-1618) realizó la mayor parte de su trabajo en Florencia. Estuvo asociado con importantes festividades de la nobleza y se involucró con la Camerata Florentina en sus análisis y discusiones sobre la naturaleza de la música griega. Caccini desarrolló un nuevo estilo de canto, más natural y más cercano a la palabra hablada. Fue un protagonista importante en el auge de la ópera en Florencia, aunque lo mejor de su música está concentrado en sus dos colecciones de canciones, Le nuove musiche (1602) y Nuove musiche e nuova maniera di scriverla (1614). El prefacio de la primera de estas dos colecciones es históricamente importante por su discusión de asuntos de técnica vocal e instrumental. Caccini fue un prestigioso maestro de canto, y tuvo entre sus alumnos a sus dos esposas, sus dos hijas y su hijo. Estuvo al servicio de la familia Medici y fue invitado frecuente a otras cortes, tanto en Italia como en el extranjero. La más conocida y difundida de sus canciones es Amarilli mia bella.



Originario de Brescia, el violinista y compositor Biagio Marini (1587-1663) tocó en el ensamble orquestal de la Basílica de San Marcos en Venecia. Trabajó para la corte en Parma y pasó una larga temporada en Alemania. De regreso en Italia, estuvo asociado con diversas instituciones en Milán, Ferrara y Vicenza. Sus obras para violín son históricamente importantes como precursoras de la sonata a solo, y hay en ellas una escritura experta y compleja para el instrumento, empleando efectos y recursos novedosos que pronto habrían de convertirse en materia usual para los compositores y los ejecutantes. Hay en su música una clara división entre unas obras y otras, una división que al decir de los musicólogos tiene semejanzas con el concepto de Arcangelo Corelli (1653-1713) sobre la sonata da camera y la sonata da chiesa. Desde el punto de vista estructural, las obras de Marini son interesantes porque hay en muchas de ellas una clara división por secciones.




Valdría la pena preguntarse, por un simple afán retórico, si algún otro compositor en la historia de la música ha construido un legado creativo igualmente importante en el campo de la ópera y en el de la música sacra como Claudio Monteverdi (1567-1643). En los últimos años de su vida, Monteverdi disminuyó el ritmo de sus actividades creativas, pero la música que creó en la década postrera de su vida es, como el resto de su producción, de una calidad superior. Una guerra de sucesión en Mantua y una epidemia de peste en Venecia obligaron al compositor cremonés a diversificar la orientación de su trabajo creativo. Adaptó un texto de Giulio Strozzi para una boda entre familias nobles, escribió una misa de gracias por el fin de la epidemia, y en 1632 publicó sus delicados y expresivos Scherzi musicali. Seis años después supervisó una edición retrospectiva de su música secular, publicó su octavo libro de madrigales y, en 1641, dos años antes de su muerte, editó en Venecia un importante volumen con su música sacra. Esta colección, que contiene obras de diversos períodos de su carrera, es conocida como Selva morale e spirituale, y en ella se encuentran piezas para de una a ocho voces, con acompañamiento instrumental. Su Orfeo es considerado como el verdadero punto de arranque de la historia de la ópera.




En el año de 1618 se publicó en Venecia la primera edición de una colección de música vocal titulada Affetti amorosi. Canzonette ad una voce sola, bajo la firma de Giovanni Stefani. La información al respecto de Stefani es prácticamente inexistente, y apenas hay indicios de que su fecha de muerte pudiera haber sido 1626. Sobre su origen y carrera se desconoce casi todo. De hecho, algunos musicólogos le han asignado a Giovanni Stefani más el rol de compilador y editor que de compositor de los Affetti amorosi.




La fecha de nacimiento de Alessandro Grandi se sitúa tentativamente entre 1575 y 1580. Se sabe que estuvo asociado con varios establecimientos eclesiásticos en la ciudad de Ferrara. Su carrera progresó de manera notable cuando fue contratado como cantante en la Basílica de San Marcos en Venecia, donde llegó a ser asistente del maestro de capilla, Claudio Monteverdi. Más tarde obtuvo el puesto de maestro de capillo en Santa María Mayor, en Bergamo, ciudad en la que murió en 1630, junto con toda su familia, en una epidemia de peste. A Grandi se le atribuye el primer uso del término “cantata” para designar a cierto género de composición vocal. De su producción destacan especialmente sus motetes para una, dos y tres voces. Existe evidencia documental de que su música tuvo, en su propio tiempo, una amplia difusión en toda Europa.


De un texto generado por el ensamble Accordone, estas palabras:


Guido Morini ha escrito un Concerto spirituale para dos violines y continuo basado en el estilo que estaba en boga en el siglo XVII, rindiendo así tributo a un mundo musical que para nosotros sigue vivo hasta nuestros días.




Como aproximación a las tarantelas con que cierra este programa del ensamble Accordone,  está la opción de acercarse al notable Diccionario Técnico de la Música editado en Barcelona en 1894 por Felipe Pedrell, que contiene esta entrada:


Tarantela, tarantella. Tañido, danza violenta de este nombre que se baila con frenesí y dicen ser el son a que se toca muy eficaz para los que están mordidos por la tarántula.  La antigua danza italiana de este nombre en compás de 6/8 y en movimiento vivace.


Más adelante, el propio diccionario contiene esta observación, relativa a la picadura de la tarántula y su cura por medios musicales:


Es un absurdo… del mismo modo que la creencia de que el único remedio es la música que hace bailar con frenesí al enfermo y expeler el virus por medio de copioso sudor, cuando se tocan determinados aires de los cuales recibió el nombre la danza llamada Tarantella.  











Más allá de lo que todo este asunto tenga de fantasía y superchería, es un hecho que en un tiempo se creyó que era posible curar toda clase de afecciones, tales como venenos, ponzoñas, delirios, demencias, posesiones diabólicas y, de modo importante, pulsiones eróticas desenfrenadas, a través de rituales repetitivos e hipnóticos de música y danza. Tal es el origen de la tarantela, que hoy en día sobrevive ya despojada de tales asociaciones curativas, habiendo sido glosada y estilizada en diversas obras de compositores románticos.