lunes, 7 de febrero de 2011

PAT METHENY. EL JUEGO Y EL RIESGO

por Alonso Arreola

Al frente de su quinteto, el guitarrista Pat Metheny (Kansas, 1954) comparte créditos de composición y liderazgo con su más antiguo socio creativo, el pianista Lyle Mays. En tal contexto explora las posibilidades de percusiones, voces y alientos sumados a una base rítmica elemental. Con su trío, en cambio, centra su trabajo en el riesgo de la improvisación y la interacción escénica. O sea que, si con el primero la relojería es minuciosa en términos de dinámica, arreglos y obligaciones interpretativas, con el segundo se libera de ataduras para jugar ocupando muchos más registros y funciones. Así lo comprobarán quienes asistan al Teatro de la Ciudad el sábado 26 de marzo, cuando el Pat Metheny Trio presente una función doble (17 y 20.30 PM) en el marco del fmx -  Festival de México.

Digamos que este guitarrista es, simplemente, uno de los músicos más prominentes del siglo XX. Uno de los pocos que ha encontrado la clave para hacer obras de calidad pero con gran éxito comercial. Multifacético y prolífico, sería absurdo enlistar sus premios y grabaciones. Lo ha ganado todo y lo ha hecho todo. Queden como recordatorio de su relevancia unos pocos datos: cuando grabó su álbum debut, Bright Size Life (1975), se produjo un cisma en la historia de la guitarra de jazz. Finalmente alguien la reinventaba. Grabado con Jaco Pastorius, el disco contiene piezas señeras como la que le da nombre y que siempre interpreta con su trío. 

Además, lleva 7 premios Grammy seguidos al mejor Disco de Jazz y, paralelamente a su interés por este género, ha colaborado con el serialista Steve Reich, con el creador del free Ornette Coleman, con el brasileño Milton Nascimento y con el camaleón David Bowie, por no mencionar a todos y cada uno de los jazzistas con quienes ha compartido tiempo de vida.
Ahora bien, a Pat Metheny se le conoce como un líder que prefiere la estabilidad y maduración de sus conjuntos, en lugar de una múltiple y permanente combinación de integrantes. Es así que el último trío con el que se entregó a girar tenía al mexicano Antonio Sánchez en la batería y al inigualable Christian McBride en el contrabajo. Como era de esperarse, este último dijo adiós en pos de sus propios proyectos, pues desde sus veintes ha grabado y ofrecido conciertos de manera consistente y celebrada. Ello no debe preocuparnos. Cualquier músico que esté al lado de Metheny es digno de admiración. Tal es el caso de Ben Williams.
Educador y compositor además de bajista (eléctrico y acústico), Ben nació en Washington, DC, aunque reside en Nueva York, ciudad en donde se graduó de la escuela Julliard bajo la tutela de Ben Wolfe y Carl Allen. Identificado rápidamente como un prodigio, comenzó a tocar a los 11 años y, a los 12, tomó clases con Herbie Hancock, Ron Carter y Wayne Shorter. Por si fuera poco, en su adolescencia ganó distintos concursos, ¡pero como pianista! Entre ellos la beca que otorga la Sociedad de Jazz Duke Ellington. Recientemente obtuvo el primer lugar en la competencia internacional de jazz Thelonious Monk, lo que le bastó para firmar con Concorde Records su debut discográfico, State of Art. Desde entonces ha grabado y girado con artistas como Wynton Marsalis, Terence Blanchard, Nicholas Payton, Roy Hargrove y Steve Wilson, entre muchos más, lo que ha sido una inmejorable preparación para llegar al grupo del guitarrista más famoso del planeta.

Del baterista Antonio Sánchez (Ciudad de México, 1971) hay mucho que decir. Ha tocado en los más distinguidos festivales y foros del país —como el Cervantino y el Teatro Metropólitan— acompañando al propio Metheny, a John Patitucci, a Paquito D’Rivera y con su trío al lado de Scott Colley y Chris Potter. Otrora estudiante del conservatorio de Bellas Artes de México, su escalada educativa y profesional dio un brinco a partir de que llegó al Berklee College of Music de Boston, de donde se graduó con honores para moverse al Conservatorio de Nueva Inglaterra, lugar que lo revelaría como el baterista del momento gracias al impulso de Danilo Pérez y de la Orquesta de las Naciones, originalmente fundada por Dizzy Gillespie.


Hoy cuenta con uno de los más aplaudidos andares en la escena del jazz, mismo que hizo clímax en su disco Migration, para el cual invitó a Chick Corea, David Sanchez y Metheny, entre otros. Sea con ellos o con Joshua Redman, Kenny Werner, Avishai Cohen, Dee Dee Bridgewater, Dianne Reeves, Miguel Zenon o Billy Childs, por nombrar algunos, Antonio se ha presentado en 30 países en donde muchas veces ha dado clínicas dejando una huella imborrable como maestro. Asimismo, ha ganado tres premios Grammy con el Pat Metheny Group, innumerables reconocimientos e invitaciones al Modern Drummer Festival Weekend, Zildjian Day y el Montreal Drum Festival, y portadas en revistas como Modern Drummer, Percussioni, Drums and Percussion y Musico Pro. Además, es miembro de la facultad de la Universidad de Nueva York desde el 2006.

Así las cosas, la suma de los tres en un escenario convoca poderosamente a las musas. Sonando juntos, resulta imposible que no se produzca música con la mayor calidad, interpretación y afán de juego. El maestro y sus pupilos, uno con ese sonido brillante, con esas frases tan únicas y deslumbrantes, los otros con la negritud y la latinidad a flor de piel, comprendiendo el lenguaje pero refrescándolo virtuosamente. ¿Concierto para conocedores y músicos principalmente? No. Es de los que satisfacen a cualquiera que guste de la sorpresa y crea en la belleza. Es de los que hacen falta en un momento como éste, en un lugar como éste, cuando y donde la imaginación se está viendo debilitada por quienes no pueden, no saben conmoverse.