lunes, 7 de febrero de 2011

JUNIP. LA LEY DE LA EQUIVALENCIA

por Alonso Arreola
Formado en Suecia hace 12 años, Junip es José González en voz y guitarras, Elias Araya en batería y Tobias Winterkorn en órgano y sintetizadores. José nació en Gotemburgo pero posee ascendencia argentina. Como es imaginable, desde el exilio escuchaba trova y folclore latinoamericano, canciones de protesta con espíritu libertario. Así, cuando grabó su primer disco en solitario (Veneer) ya había escuchado lo fundamental del repertorio, la música de su propia generación (tuvo otras bandas de rock), más autores clave de clásico y flamenco. Cursaba entonces estudios en bioquímica. Pocos, empezando por él, se imaginaban el éxito que vendría a partir del 2004. Premios, conciertos llenos, ventas de oro y platino, todo se cimentó con la salida de un segundo trabajo, In Our Nature, por lo que augurábamos una prolífica carrera en solitario. Sin embargo, González regresó con sus amigos de adolescencia para cerrar el círculo y, tras casi una década, presentar Fields, un álbum extraordinario que sonará en una larguísima gira mundial que tocará nuestro país en el fmx - Festival de México.

Normalmente, cuando en la cabeza de alguien se suman influencias provenientes de culturas y tiempos distantes, los resultados suelen ser abigarrados, barrocos. Más interesantes son, empero, aquellos proyectos en los que cada adición provoca la eliminación de algo a cambio, un equilibrio, una refinada dialéctica en donde va prefigurándose algo literalmente esencial. Por ello es que escuchar a Junip es tan disfrutable. Porque no hay desperdicio. De igual forma, la manera como presentan sus canciones, la producción sónica, pasa por esa misma tesis. Hay una certera elección de micrófonos, amplificación y efectos, desde luego, pero mesurada y constante. Es así que cada pieza cumple su promesa, tal como el viaje de una flecha que vibra pero no se desvía del blanco.

Ahora bien, el grupo no es un disfraz de José González. Es él pero con arreglos democráticos y un temperamento distinto, diverso. Allí están la fragilidad de su voz, la inteligencia de sus letras, los acordes cíclicos de su guitarra, elementos a los se añaden rasgos psicodélicos y menos hipnóticos que, sin caer en la vaguedad del falso ritual llevado al pop-rock, consiguen un espléndido sonido rústico, orgánico, comparable con momentos de bandas como The Flaming Lips o Radiohead. Eso sí, lo de Junip es más oscuro y ligero. Además, sigue habiendo un sello folk pero  con melodías vocales mucho más elaboradas y complejas que, por su reverberación y armonización recuerdan fugazmente a los Beatles y Elliott Smith.

Cabe destacar aparte, la visión de Tobias Winterkorn y Elias Araya. No se trata de meros soportes para el famoso cantante. El primero sabe dar paisajes, argamasa para la unión del trío, pero además consigue momentos de improvisación melódica exquisitos. A él se debe, en gran medida, que Junip se mantenga en la frontera que divide la melancolía de la felicidad. Sus dedos hablan de esperanza pero a través de una reflexión sin visceralidad. El segundo, Araya, es un intérprete diáfano y sencillo al que jamás veremos caer en la tentación del relámpago o el terremoto. Sus tambores suenan viejos, magníficos. A él se debe, por si fuera poco, mucha de la imaginería visual del conjunto. Otrora estudiante de artes en Finlandia y Noruega, ha sido el responsable del diseño gráfico en distintos trabajos de González.

Ahora bien, hablando sobre el disco que vienen a presentar en su debut mexicano, Fields, podemos decir que en él se logran todas y cada una de las premisas mencionadas. Cocinado a fuego lento tras dos EP’s anteriores (Black Refuge, Rope & Summit), es coherente en su alquimia de equivalencias, pues los recursos están pensados para no superponerse. “In Every Direction”, el track inaugural, es probablemente el más “rockero”. “Tide”, el que cierra la obra, es hermoso por abierto y lento. Entre ellos destacan “Always”, “Without You” y “Sweet and Bitter”, canciones cuya lírica apuesta por el despertar interior, por el uso de la espiritualidad empolvada, por los instantes de rima que triunfan concisos, profundos y rigurosos en su métrica.

Creemos entonces que a los muchos y dispersos seguidores de José González en nuestro país se sumarán otros, y en grandes cantidades. Verlo al lado de Junip, con el alma vulnerable, hará que su manto sonoro nos cobije y dé abrigo sin retos o provocaciones grandilocuentes. Nos hará mejores.