por Hayde Lachino
La danza está en todas partes, no hay cultura humana en donde no sea central como elemento cohesionador, dador de identidad. La danza es una experiencia totalizadora, a través de ella los individuos nos conectamos con los otros y con el misterio de la vida; pero también con el gozo, con la dicha que provoca saberse cuerpo, pensamiento, movimiento.
La danza es la vivencia simbólica de nuestra corporalidad. Al bailar celebramos lo que a través del cuerpo nos llega como idea de vida, tenemos una experiencia concreta de nuestro estar en el mundo.
Sylvain Émard. Foto Angelo Barsetti
La primera versión de Le Grand Continental fue co-producida por Sylvain Émard Danse y el Festival TransAmériques, uno de los más prestigiados festivales de danza del mundo. Para la realización de esta nueva versión en nuestro país, el coreógrafo Sylvain Émard y Mariana Artega, coordinadora general del proyecto, se fueron a caminar por las calles del Distrito Federal a ver cómo bailamos sus habitantes, cómo nos movemos y conmovemos. El resultado es una puesta en escena en donde participan apenas unos pocos bailarines profesionales y alrededor de 100 bailarines amateurs de todas las edades, condiciones sociales, colores y sabores, todos ellos voluntarios, que participan en la coreografía por el gusto de bailar, de moverse, de ponerle corazón a una obra que nos recuerda el poder social que tiene la danza.
En sus inicios Sylvain Émard trabajó con los coreógrafos Jean-Pierre Perreault, Louise Bédard y Jo Lechay; los dos primeros son pioneros indiscutibles de la danza independiente en Quebéc. En El Gran Continental encontramos importantes conexiones con las preocupaciones estéticas de la danza canadiense: por una parte el gusto por trabajar con grandes colectivos; un interés porque la danza se conecte con las preocupaciones sociales vigentes en el entorno y un búsqueda en nutrir los códigos establecidos de movimiento con danzas de diferentes culturas, aquí se incluye una aguda mirada hacia la danza de las urbes.
Foto: Robert Etcheverry
“El Gran Continental es de una alegría humanista profunda y durable”, escribió una participante de la obra en Canadá, así en este proyecto se confirma que al bailar retornamos a lo mejor de nuestra humanidad, al gozo y a la alegría de vivir.
Un cuerpo que se mueve conquista la utopía del placer y la libertad. Al bailar establecemos un diálogo con las partes más íntimas y profundas de nuestro ser, desde este lugar nos encontramos con el otro y transitamos por el mundo. El Gran Continental es un documento vivo de la idea contemporánea de cuerpo en movimiento y sobre todas las cosas, del potencial social del arte.